Se produjo una especie de magia anoche en la inauguración del Festival Castell de Peralada. La misma que invocaba Freddie Mercury cuando hace décadas entonaba con su característico empuje It’s a kind of magic junto a los miembros de Queen. La cita ampurdanesa con las artes escénicas recuperaba su contacto con el público presencial con este Ballet for live de Maurice Béjart que supuso un triple homenaje: a la vida y a las víctimas de toda pandemia, por una parte, y a los propios artistas de la danza por otra, intérpretes cuya pasión por el baile les lleva a una de las existencias más sacrificadas y acaso más desconocidas.
Peralada grita con Béjart y Freddie Mercury: "Show must go on!"
¿Qué sabemos de la dura vida de los bailarines? Probablemente de la misa la mitad, pero la de ayer, como función inaugural de la 35.ª edición del festival, fue muy ilustrativa del empeño con el que recrean el aura artística y vibrante de personajes como, en este caso, el propio Mercury o Jorge Donn, el bailarín estrella de Béjart que falleció de sida a la misma edad que el líder de la banda británica: a los 45 años.
Más de treinta bailarines del Béjart Ballet Lausanne actuaron en 'Le presbytère'
“Excuse me Brian for stopping your music, but now it must be heaven for every one” (Disculpa Brian [May] por interrumpir tu música, pero ahora ha haber cielo para todo el mundo). La frase la exclama en el escenario Julien Favreau, bailarín de gran personalidad y una de las figuras principales de la compañía Ballet Béjart. Y acto seguido suena Heaven for everyone, una de tantas canciones archiconocidas del mítico conjunto de rock con las que Béjart construyó esta pieza icónica hace 24 años.
En chupa de cuero
El bailarín estrella Juliene Favreau es quien oficia de alter ego de Freddie Mercury en su vis más sardónica y eléctrica
Con su vis más sardónica y eléctrica, hoy es Favreau quien oficia de alter ego de Mercury en esta coreografía que ahonda en los anhelos e ilusiones de una juventud brutalmente truncada por la pandemia del sida en los años ochenta del siglo pasado. Pero recuerda es a su vez a Donn, ataviado con sus característicos maillots que dejaban el pecho al descubierto. Hoy sábado, en la segunda y última función el protagnoista será Fabrice Gallarrague, con su muy béjartiano dominio del slow tempo y esa fisonomía ligera como una pluma que recuerda a la del propio Gil Roman.
Hablamos del coreógrafo francés que tomó las riendas de la compañía al fallecer Béjart en el 2007. Aquella herencia envidiable pero también un reto mayúsculo, pues sólo él sabe a qué presión se somete para mantener vivo el legado sin bajar el listón...
El Festival Castell de Peralada reabría ayer sus puertas al público tras su edición digital del 2020
Cayó la noche pero no el ánimo en los jardines del Castell de Peralada. La devoción y la total entrega de estos bailarines a la hora de performear la que es una de las piezas más célebres de Béjart, un ballet dinámico y lleno de entusiasmo, corrió por la platea como una juguetona brisa estival, contagiando frenesí y espantando las ilusiones perdidas para invariablemente darse de bruces con la inefable visita de la muerte.
Una treintena de bailarines agita las almas con el carruselde emociones que es ‘Le presbytère’
Desde el humor de Groucho Marx hasta la candidez del music hall que tanto apetecía a Freddie Mercury – Seaside rendevouz –, o desde su impetuoso deseo sexual hasta su carácter nostálgico, una treintena de bailarines agitaba las almas con el carrusel de emociones de Presbytère n’a rien perdu de son charme, ni le jardin de son éclat (título alternativo que Béjart tomó de Gaston Leroux, y cuya traducción sería “El presbiterio no ha perdido un ápice de su encanto, ni el jardín su brillo”).
La habilidad para bailar el rock con un lenguaje contemporáneo y sobre las zapatillas de punta dejó anonadado al público neófito, aunque de nuevo la enfermedad sorprendía a los intérpretes tras un número lúdico en traje de baño de Versace.
La muerte sorprende a los performers bailando el rock sobre puntas y en bañadores de Versace
La cita de Peralada –que ayer era the place to be– convocó a representantes del Govern y del Gobierno central: al servicio de esta idea de seguir adelante recordando a los fallecidos por la covid, y también de reivindicar a la población homosexual que hace cuatro décadas fue abandonada a su suerte y azotada por la homofobia. Acudieron en representación política la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y la consellera de Cultura, Natalia Garriga.
Meritxell Batet y la consellera de Cultura, Natalaia Garriga, las máximas autoridades en la inauguración de la 35ª edición
Hacía escasas hora que el conseller de Salut, Josep Maria Argimon, reconocía ante los micrófonos que fue un “error” permitir festivales masivos las pasadas semanas. Y el de Peralada tenía su oportunidad de demostrar cómo conviene que se hagan las cosas: una platea reducida a mil localidades de las que sólo se ocupa el 70%. Soplava el viento. Y el público, con actitud vacacional, superaba todos sus miedos viendo la estricta aplicación de los protocolos sanitarios y la ausencia de prisas que pudieran momentáneamente generar aglomeraciones humanas.
El Ballet Béjart Lausanne al son de la música de Queen
Sonaba vital la música de Queen mientras en el escenario el tiempo parecía haberse congelado. Y no porque la pieza envejezca mal, al contrario, el discurso bejartiano de esta Presbytère es universal y rema contra el tiempo.
Por otra parte, resultaba imposible no empatizar con los bailarines de la compañía en cuyo seno comenzó este junio una investigación para esclarecer las acusaciones de acoso y abuso de poder que se han vertido sobre su director. Es un milagro que sigan girando, pero la fundación que la rige ha decidido mantener la actividad y no castigarles con cancelaciones después de un año y pico de parón.
Todo comenzó cuando la Fundación del Béjart Ballet que dirige tanto la compañía como la escuela Rudra, fundada en 1992 por el desaparecido coreógrafo, anunció que era necesaria una auditoria sobre la salud y la seguridad en el trabajo, el clima laboral y la dirección. Al parecer los valores de la fundación no siempre son respetados.
Testimonios anónimos hablan de drogas, nepotismo y acoso psicológico y sexual. Este último no sería el caso de Roman
El director de la academia que instruye a una cuarentena de alumnos de entre 16 y 20 años llegados de todo el mundo fue despedido, al igual de que su esposa, también administrativa, por “graves deficiencias”. Y las clases han sido suspendidas. Testimonios anónimos hablan de drogas, nepotismo y acoso psicológico y sexual. Aunque en el caso de Roman no se trata de este último acoso.
Todo apunta a que el artista al que el genio de la danza nombró su heredero está viendo cuestionados unos métodos despóticos que tradicionalmente se han usado para lograr sacar lo mejor de los intérpretes en un todo vale para lograr la excelencia y la perfección en el arte. Pero es un sistema que ha quedado fuera de órbita, como se vio también con Lluís Pasqual en su triste salida del Teatre Lliure. Por el momento, no obstante, Roman sigue al pie del cañón mientras la investigación sigue en curso.
El público reaccionó con júbilo emocionado al saludo final de la compañía, al son de 'Show must go on'
Y anoche condujo el clímax de Le presbytère que curiosamente es el saludo final de toda la compañía al son de Show must go on. Tal como hizo Béjart en vida, Roman fue recibiendo el saludo de cada bailarín, a los que agradecía la labor con besos y encajadas de manos. Tras lo que al unísono avanzaban hacia el público cada vez que la voz de Mercury encaraba el estribillo, provocando el júbilo emocionado del público, que gritaba y aplaudía con pies y manos.
El show es apoteósico y debe continuar.
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