EL TOLEDO MÁS ARTÍSTICO
BELLEZA DESCONOCIDA
LOS GRANDES SECRETOS DE EXTREMADURA
La imagen de Toledo que ha llegado a nuestros días es tan parecida a la que conoció El Greco a finales del siglo XVI que, si el pintor pudiera viajar en el tiempo, no tendría problema en hacernos de guía en la ciudad que lo acogió durante 37 años. Solo hay que observar el cuadro Vista y plano de Toledo que se conserva en el Museo El Greco para comprobar hasta qué punto, cuatro siglos después, nada esencial parece haber cambiado.
El pintor cretense vivió en Toledo desde 1577 sus años más fructíferos y ahora, en el 400 aniversario de su muerte, la ciudad lo recuerda con un programa lleno de música, teatro, conferencias y las exposiciones «El griego de Toledo», la más importante concebida sobre el pintor, y «El Greco: arte y oficio», que se inaugurará en el Museo de Santa Cruz el 8 septiembre y cerrará el año conmemorativo.
A Toledo se suele viajar por carretera, pero no es comparable a llegar en tren a esa preciosa estación de estilo mudéjar que fue inaugurada en 1919. Desde ella lo habitual es entrar en la ciudad por la hermosa Puerta de Bisagra (siglo XVI). De camino se pueden visitar antes los vestigios de un circo romano que nos recuerdan que la hoy capital manchega fue primero Toletum (II a.C.); posteriormente también sería enclave visigodo, reino taifa, población hebrea y luego cristiana.
Reconquistada por Alfonso VI, Toledo resurgió como capital imperial en el siglo XV, en torno a una espléndida Catedral que no tardó en convertirse en Primada de España, solo por debajo de Roma. En su interior, entre una marabunta de obras de arte, la Sacristía guarda las primeras obras que El Greco realizó en Toledo, incluido el magnífico Apostolado y el arrebatador Expolio, que acaba de ser restaurado.
La llegada a Toledo de Doménikos Theothokópoulos (Creta, 1541) coincide con este esplendor imperial, cuando en la ciudad se abrazaba con pasión la nueva corriente renacentista que llegaba desde Italia. En pocos años se construyeron edificios tan emblemáticos como el Hospital de Santa Cruz, hoy un museo que alberga de forma permanente una treintena de obras de El Greco y que este año acoge una de las mayores exposiciones organizadas; el magnífico Alcázar, erigido sobre los cimientos de una villa romana y ocupado en la actualidad por el Museo del Ejército y la Biblioteca de Castilla la Mancha; sin olvidar el no menos carismático Hospital de Tavera –otro Espacio Greco2014–, donde se exhiben algunas de las últimas obras que realizó el pintor antes de morir. Los tres edificios fueron diseñados por Alonso de Covarrubias, el gran arquitecto del siglo XVI.
Por detrás del Alcázar se localiza el puente de Alcántara, que cruza hasta los pies del castillo de San Servando, erigido en la otra orilla sobre una colina en el siglo XI. Desde el puente, el Paseo de Cabestreros bordea el río y acompaña a rincones secretos de la ciudad, como la Casa del Diamantista, hogar de un antiguo orfebre con leyenda y ahora escuela de restauración, la Torre del Hierro (siglo XII) y el Baño de la Cava, donde se dice que la hija del mítico conde visigodo don Julián seducía al rey don Rodrigo.
Cerca queda el puente medieval de San Martín, el acceso al Toledo más histórico. Este barrio es tan pronto profundamente musulmán, como se hace fervorosamente cristiano en el monasterio de San Juan de los Reyes (siglo XV), o nos sorprende con dos espléndidos edificios hebreos: las sinagogas de Santa María la Blanca (XII) y la del Tránsito (XIV). La convivencia de estas tres religiones otorgó a Toledo el sobrenombre de «la ciudad de las tres culturas».
Justo entre las dos sinagogas se esconden unas misteriosas cuevas vinculadas a Samuel Leví, un tunecino del siglo XIV que llegó a ser tesorero del rey Pedro I de Castilla. Se hallan, precisamente, debajo de la Casa del Greco, reconstruida a principios del siglo XX y convertida en el museo dedicado al artista.
Si desde su casa El Greco quisiera acompañarnos en lo que queda de la visita, nos guiaría primero a través de los callejones de la judería, hoy con iglesias como la de Santo Tomé, en cuyo interior cuelga El Entierro del Conde Orgaz, para muchos la obra maestra del griego. Luego nos invitaría a acercarnos al monasterio de Santo Domingo el Antiguo, que él redecoró con retablos como su primera obra toledana, La Resurrección, y donde más tarde fue enterrado.
Como padre orgulloso, El Greco nos mostraría el barroco Ayuntamiento, iniciado por Juan de Herrera pero concluido por su propio hijo, José Manuel Theotocópuli (1578-1631). Y a continuación la céntrica plaza de Zocodover, que justo terminó de configurarse en su época. Hoy es un punto de encuentro para toledanos y forasteros, y el lugar perfecto para probar en una de sus clásicas pastelerías los típicos mazapanes que él tanto apreciaba.
Ya para el final reservaría la vista que se tiene desde el Miradero, también creado en su tiempo. Aunque fue olvidado en el siglo XX, el mirador ha renacido como parte del nuevo Palacio de Congresos, una obra del arquitecto Rafael Moneo, a la que los toledanos, por votación popular, pusieron el nombre de El Greco.
MÁS INFORMACIÓN
Toledo está 70 km al sur de Madrid, ciudad con la que está conectada por la autovía A-42 y por tren AVE en trayecto de 25 minutos. Oficina de Turismo: Tel. 925 220 843.
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