El legendario cantante, actor y activista en favor de los derechos de los afroamericanos, Harry Belafonte, ha muerto este martes a la edad de 96 años, según adelanta The New York Times citando un portavoz de la familia. La causa de la muerte ha sido insuficiencia cardiaca congestiva, según ha indicado la misma fuente.
Nacido en 1927 en Nueva York pero con orígenes en Jamaica, saltó a la fama con el título de rey del calipso por ser quien popularizó este género caribeño en EE.UU. y en todo el planeta. La canción que le permitió este ascenso fue The Banana Boat Song, versión del tema popular jamaicano Day-O, cuyo lanzamiento en 1956 dio la vuelta al mundo.
Bajo una apariencia de canción ligera y alegre, el tema cuenta el relato de unos trabajadores de la industria bananera que, tras haber cargado el barco durante la noche, esperan su sueldo para poder regresar a sus casas. De esta manera, Belafonte homenajeaba a sus orígenes humildes, ya que pese a haber nacido en EE.UU., sus padres -de clase trabajadora- eran jamaicanos y él mismo vivió casi toda su infancia en este país.
Conocido como el 'rey del calipso', alcanzó una enorme popularidad con la célebre 'Banana Boat', una versión de una canción popular jamaicana
Belafonte utilizó su temprano éxito tanto en la industria musical como en la cinematográfica -su primera aparición en papel coprotagonista es de nada menos que de 1953- para involucrarse socialmente y luchar contra la segregación racial en los Estados Unidos. De hecho, tuvo un papel destacado en el movimiento de los derechos civiles liderado por Martin Luther King aportando dinero y su imagen, e incluso apoyó al candidato John F. Kennedy para que fuera elegido presidente del país.
Y es que en todo lo que se refiere a romper barreras raciales, Belafonte fue un aunténtico pionero. Su principal éxito musical se coló en las listas de las canciones más escuchadas, en una época en la que la mayoría de hits de los afroamericanos se clasificaban de forma separada y no saltaban a las listas generales. Además, fue el primer negro al que se le permitió actuar en muchos locales nocturnos de lujo -en aquella época todavía vetados a los afroamericanos- y, sin ir más lejos, sus primeras apariciones en cine en papeles destacados ya eran en sí mismas revolucionarias, en una época en que lo habitual era que los afroamericanos fueran relegados a roles secundarios.
En este sentido, destaca también su papel en Una isla al sol (1957), filme en el que su personaje mantenía una relación con una mujer blanca interpretada por Joan Fontaine, lo que llegó a desencadenar amenazas por parte de supremacistas blancos de incendiar salas de cine en el sur de los Estados Unidos. La mixtura de razas siempre fue un tema tabú en el país, y más en aquella época y en el profundo sur.
Belafonte, a la derecha de la imagen, junto a Martin Luther King Jr., en el centro
Volviendo a su faceta musical, Belafonte no se dedicó solo a cultivar el estilo que le dio la fama, sino que se atrevió con todo: folk, blues, gospel o estándars americanos, entre otros. En más de seis décadas de prolífica carrera, lanzó una cuarentena de discos, destacando por ejemplo sus colaboraciones en los años 60 con artistas como la sudafricana Miriam Makeba o la griega Nana Mouskouri, a las que ayudó a su difusión mundial. Una operación para extirparle un nódulo en las cuerdas vocales cambió su voz, que su pasó de brillante a áspera, lo que no le impidió seguir cantando.
Y es que música y activismo eran totalmente indisociables para Belafonte. "Tengo que formar parte de la rebelión que intente cambiar todo esto", declaraba al New York Times en 2001. En los años 80 dedicó sus esfuerzos a denunciar el regimen del Apartheid sudafricano y su mano también está detrás de la célebre canción We are the world, el tema de 1985 en el que participaron, entre otros, Paul McCartney, Michael Jackson, Bruce Springsteen o Stevie Wonder, con el fin de donar ayuda a África, que aquellos momentos sufrió una terrible hambruna.
En los 50 rompió barreras raciales gracias a sus papeles como protagonista en el cine, algo que hasta entonces solo estaba reservado a los blancos
Nunca abandonó esa energía y ya mayor fue unos de las figuras públicas más críticas con el expresidente George W.Bush por la invasión de Iraq, al que llegó a acusar de "el mayor terrorista del mundo", causando estas declaraciones un importante revuelo en todo el país. Incluso en 2017, se mantuvo en sus trece: fue copresidente de la Marcha de las Mujeres en Washington celebrada el día después de la investidura de Donald Trump como presidente. Aquel mismo año, con 90 años, se declaraba profundamente preocupado por la deriva y división que estaba sufriendo el país.
Se va así una de las últimas figuras que simbolizaron mejor los importantes cambios sociales de los años sesenta en EE.UU. Pese a su longeva edad, la opinión pública estadounidense -especialmente el sector más progresista: nunca está de más recordar que se trata de una sociedad profundamente dividida-, ha recibido su muerte con gran conmoción.
Harry Belafonte, en una imagen de los años 80
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