La soberana estupidez

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MANUEL QUINTANA MARTEL 
PINTOR Y PRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA GALEGA DE BELAS ARTES 07/08/2018 07:16 H

¿Cuál es la pretensión? Uno ha visto suficientes actos de la, a veces, estúpida conducta humana y por mas que se repita el hecho, sigue sin entenderlo. ¿Un acto reivindicativo, un intento de notoriedad, una propuesta viral? No, nada de eso puede servir, ni como mínima justificación cuando se atenta contra nuestra riqueza patrimonial, cuando se interviene de esa manera, atentando de modo, más que inexplicable, estúpido y aberrante, contra la mayor muestra de nuestro patrimonio, un patrimonio del que nos sentimos orgullosos, un patrimonio que es de todos y cada uno de los habitantes de nuestra tierra, que nos enriquece y nos da sentido como pueblo, que es, sin duda, nuestra historia.

No se me ocurre nada que pueda justificar esta absurda intervención, nada excepto aquello que entendemos como puro y duro vandalismo, algo que, tristemente, sufrimos con mas frecuencia de la deseada.

Si quien ha llevado a cabo esta triste acción contra la catedral de Santiago cree que alcanza alguna cota de gloria, popularidad o vindicación, sepa que esa gloria es, única y exclusivamente, para esa figura que durante siglos ampara nuestra presencia y caminar en la fachada de Las Platerías, que ha visto perturbada su paz y grandiosidad por la estulticia que solo el ser humano es capaz de cometer.

No hay razones, no hay reflexión posible, no hay denuncia alguna, no hay, al fin, la mas mínima justificación, salvo aquella, propia, de quien solo pretende hacer daño: la gamberrada del estúpido, de la inconsciencia (que no creo) o la salvajada última de quien no siente ni padece, de quien solo busca herir y vanagloriarse de una arrogante imbecilidad, un gran mérito.

Somos custodios de nuestra riqueza patrimonial, debemos protegerla y cuidarla, y debemos seguir confiando en que actos de este tipo no se vuelvan a repetir: desgraciadamente son muchos los monumentos y obras que conforman nuestra cultura que permanecen, día a día, desprotegidos y al alcance de una conducta salvaje e insolidaria.

Hagamos una llamada a la razón, enseñemos cultura, valoremos lo que tenemos y disfrutemos acercándonos al Pórtico de la Gloria que hoy podemos contemplar con mas aproximación a lo que fue en su día y aquellas otras obras que están a pie de calle, que son accesibles, que son para admirar con la satisfacción de quien se sabe de esa suerte, y puede hacerlo.